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Cultura

Año Nuevo en la Colonia

El nuevo año se aproxima en la Colonia. Detrás ya quedaron las fiestas decembrinas donde las reuniones familiares campesinas eran el lugar de encuentros de generaciones y las costumbres continuaban como antaño.

Para rememorar esta fecha, nos dirigimos a Alicia, quien vivió en la campiña hasta su adultez y hoy nos recuerda este momento con un dejo de melancolía amalgamada con el sentimiento de su vida pasada donde el encuentro con la naturaleza era constante.
Nos relata que ese día no era igual al de la Navidad, no concurrían a misa pues las distancias eran muy alejadas y el carruaje no era suficiente para sus padres y los seis hijos, si lo hacían en ocasiones importantes o festividades religiosas compartiendo el vehículo con vecinos y parientes. No venían los tíos y primos, solamente éramos la familia directa, tampoco había grandes preparativos , en ocasiones se asaba un cordero y se compraba el hielo en barras que era guardado en un gran tanque con aserrín, toda una novedad donde los más pequeños se deleitaban enfriando los jugos o las ensaladas para mantenerlas frescas al momento de servirlas.
Por la tarde, cuando la tranquera enorme se abría era señal que un vecino o un pariente llegaba. Eran Mauricio y Genoveva, los abuelos, que venían con las confituras caseras; los pastelitos de orejones o el licor de frutas artesanal. ¡ Cuánta felicidad!. Era el disfrute de todos nosotros. Teresa, nuestra mamá, dejaba el trabajo en el gallinero para atenderlos y Ramón , el jefe de la familia, ubicaba sillas y tablones debajo del árbol frondoso de paraíso.
¡ Llegaron los abuelos! Y con ellos seguro que un gran caramelo de dulce de leche para cada uno de sus nietos y un frasco de dulce para mamá. El pan casero tampoco faltaba, horneado el día anterior en el crisol de barro con una capa crujiente que untado con manteca o miel era un manjar indescriptible.
Los adultos hablaban del campo, la sequía, las lluvias que no llegaban, los animales que no tenían el pasto suficiente, y muchos sembradíos perdidos. ¡ Será un verano difícil!, enunciaban con la certeza de conocer cada estación y el brillo de las estrellas para delimitar una temporada muy lluviosa o extremadamente seca. Estaban al tanto de cada momento, cada rincón del cielo como un método infalible al sembrar, cual navegante al atravesar el océano y no perderse siguiendo la cruz del sur.
Cuando el sol ya marcaba el ocaso del día, lentamente comenzaban los preparativos para la partida. El sulky se ensillaba nuevamente, sin olvidar de colocar en lugar seguro los huevos y las plantitas de regalo, obsequiadas por Doña Teresa con la promesa de otros gajitos del jazmín aromático que todavía no era época de cortar.
La despedida era necesaria. Al día siguiente se debía continuar con el trabajo y volver para encerrar las vacas y darles la ración del poco pasto que quedaba. El abrazo serio y contundente, marcaba la partida, con la promesa de una nueva visita cuando la ocasión amerite. Los pequeños corrían detrás del carruaje para abrir el portón y cerrarlo con la precaución necesaria para evitar la salida de los animales.
Esta es una de las historias familiares que pudimos rescatar. Cada uno podrá recordar la propia, con matices diferentes y sentimientos diferentes. Esta es nuestra Colonia San José, donde los inmigrantes y sus descendientes forjaron nuestro futuro…

Texto: Hugo Martin

San José Museo Colonia

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