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Sociedad

"Navidad en la Colonia"

Con matices diferentes y costumbres disímiles en cada familia, la Fiesta de la Natividad en la Colonia era símbolo de encuentros familiares donde todo se preparaba con anticipación y abundancia.

Mañana del 25 de diciembre, toda la familia se preparaba para la misa donde nadie faltaba. La plaza se convertía lentamente en un conglomerado de creyentes que venían de diferentes sectores de la Colonia. En los carros, sulky o a caballo llegaban los colonos con sus mejores galas para la ceremonia religiosa. El badajo de la campana estremecía a las palomas que salían despavoridas del campanario para afincarse en las palmeras o en las tipas todavía en crecimiento; era el llamado que se escuchaba desde grandes distancias e invitaba a acercarse.
¡Es Navidad!
La Fiesta de la Natividad en la Colonia era símbolo de encuentros familiares donde todo se preparaba con anticipación y abundancia atendiendo a la cantidad de participantes que se iban sumando a la casa de los abuelos. Luego de la misa, las familias lentamente volvían a la morada donde se realizaba el encuentro. Los transportes iban llenos de bandejas, canastas y bolsas con lo que cada familia aportaba para la degustación. Algunas se encargaban de los pastelillos de orejones, otras de los panes dulces cocinados en los hornos de barro, la tía todavía confeccionaba la tradicional receta de tortas con frutos heredada de sus padres venidos de los Alpes y que era el deleite de los comensales. Los hombres se comisionaban de la carne, y desde muy temprano , antes del amanecer, encendían el fuego donde en las grandes parrillas colocaban los trozos bien condimentados que podía ser vacuna, cerdo o cordero.
El aljibe, con el agua siempre fresca, era utilizado para enfriar la bebida que con mucha delicadeza era sumergida en grandes baldes . Es así que el vino casero contrarrestaba su frescura con los grandes calores de la estación veraniega.
Las costumbres de la comida, abundante y calórica fueron heredadas de los inmigrantes que en sus montañas natales y rodeados de nieve necesitaban el consumo de este tipo de alimentos para soportar los gélidos días. Pero en nuestra zona el clima era muy diferente, donde el ardor del sol se manifestaba en todo momento. De todas maneras nada impedía que el ágape continuara como entonces, recordando el mandato de los mayores.
La comida está lista. Las grandes mesas o los tablones armados de improviso servían para que lentamente se vayan ubicando en extensos bancos de madera. Primero servían a los pequeños que en muchos casos se situaban todos en un mismo sitio y separado de los mayores para evitar la intromisión en las conversaciones adultas. Luego, seguía el turno de los abuelos para así continuar con el resto de los invitados.
El asador, con chaira en la cintura y cuchillo bien afilado cortaba los trozos de carne perfectamente cocidos que se desprendían del hueso como manteca al sol, los ubicada en grandes fuentes de loza que se disponían en diferentes sectores de las mesas. Las ensaladas que acompañaba eran confeccionadas con los frutos de cada huerta; papas, lechugas, arvejas, remolachas y todo lo que se encontraba era condimentado con ingredientes domésticos.
Las sobremesas eran extensas. Todos conversaban sobre diferentes temas, desde los cultivos, la sequía, las lluvias hasta las damas intercambiaban recetas de dulces o diseños de vestimentas. Los niños jugaban sin importarles el calor, ya que en muchos casos este era uno de los momentos de encuentros anuales y donde conocían al nuevo primo llegado de lejos . Si el arroyo estaba cerca, siempre acompañado por los mayores, era la visita obligada para jugar en el manantial fresco y practicar sus habilidades en el nado.
La tarde lentamente iba pasando sus horas y el momento de los dulces era esperado. Las mujeres desfilaban con grandes bandejas colmadas de confituras domésticas, todo rebosante de dulces, frutos secos, almíbar y acompañado por licores que fueron celosamente guardados para esta oportunidad.
Cuando el sol ya marcaba el ocaso del día, los carros nuevamente iban tomando su rumbo, los caballos ensillados y las jardineras volvían a estar colmadas con los niños que interrumpían los silencios.
La despedida era necesaria. Al otro día se debía continuar con los trabajos y llegar a tiempo para otorgarles comida a los animales y encerrarlos en los cobertizos . Ya todo había finalizado. El próximo año será nuevamente el momento del encuentro bregando por la salud de cada uno y esperando que esta vez un nuevo integrante forme parte de la jornada.
Así transcurrían las fiestas decembrinas en nuestra Colonia San José. Con matices diferentes y costumbres disímiles en cada familia, pero con el mismo objetivo, reunir a toda la familia.

Fuente: Museo Histórico de la Colonia San José

Navidad Museo Historia

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